Actualmente, un alto porcentaje de la población padecemos de problemas bucales que hemos heredado como consecuencia de la evolución del ser humano como especie. El hombre primitivo estaba provisto de una mandíbula fuerte y grande para poder masticar alimentos recién cazados y crudos, además de utilizarla como herramienta de muchos usos: partir ramas, tallar huesos, como arma de defensa… Con la evolución, la mandíbula ha ido reduciendo su tamaño, ya que la alimentación y las necesidades de uso se han modificado. El hombre moderno tiene la mandíbula mucho más pequeña, teniendo menos espacio para albergar todos los dientes, produciendo apiñamientos, dientes incluidos en el hueso y oclusiones muy inestables.
También hay que tener cuenta que nuestros dientes están en constante movimiento debido a la remodelación ósea que sufren nuestros maxilares a lo largo de la vida. Por ejemplo, un adulto joven que haya finalizado el crecimiento y que tenga unos dientes perfectamente alineados, no necesariamente los conservará así el resto de su vida, puesto que existe un crecimiento remanente y un componente masticatorio que influirá en la posición de los dientes constantemente.
Por todo esto, es muy importante realizar revisiones periódicas en las que podemos evaluar si existe equilibrio masticatorio o puede verse alterado en algún momento que, de no tratarlo, podría derivar en desgastes patológicos, fractura de algún diente, pérdida de hueso por sobrecarga masticatoria y dolores de cabeza y de cervicales por mala oclusión. Si los dientes se mantienen torcidos o apiñados es mucho más difícil mantener una buena higiene ocasionando también caries, enfermedad periodontal o incluso la pérdida de los dientes.
Sin duda, la mejor edad para corregir la posición de los dientes y/o los maxilares es en la etapa de crecimiento, pero podemos corregirlo a cualquier edad. Hemos tratado satisfactoriamente tanto a niños como adultos de todas las edades.
El tratamiento de ortodoncia se realiza, prioritariamente por salud, aunque no podemos olvidar el claro beneficio estético que proporciona una sonrisa armónica, mejorando nuestra autoconfianza e influyendo en un mejor desarrollo de relaciones personales y profesionales.