Con el paso del tiempo, el esmalte dental -que es la capa más superficial del diente y, originalmente, de un blanco translúcido- se desgasta y va dejando ver la dentina -la parte interna-, que tiene un color amarillento. A su vez, la dentina también sufre cambios en su composición que hacen que se vuelva más opaca y adquiera un color más oscuro.
A parte del factor tiempo, el siguiente motivo está en nuestros estilos de vida. En primer lugar, en los hábitos alimenticios: hay comida y bebidas que tiñen nuestros dientes, como el café, el té, el vino, aderezos como el ketchup o el vinagre de módena, y algunos refrescos que contienen taninos. También perjudican el brillo natural de nuestros dientes los cítricos, porque erosionan el esmalte y lo vuelven más poroso.
Otro hábito es el tabaco, sin duda el más nefasto de todos: además de los problemas de salud que provoca en nuestra boca y en el resto del organismo, mancha nuestros dientes con un tono amarillo a causa de dos componentes, nicotina y alquitrán.
Finalmente, una higiene dental deficiente acaba por hacer que se vea alterado el color natural de nuestros dientes dándoles un tono amarillento, marrón o grisáceo.
Actualmente, con los nuevos sistemas de blanqueamiento dental profesional, podemos modificar el color actuando sobre la dentina, modificando su translucidez y devolviéndole su juventud sin perjudicar su composición ni estructura.
