Martes por la mañana. Tengo en mi agenda citado a un paciente que viene por primera vez, solicita revisión y una limpieza bucal.
Se trata de un paciente de 34 años que, en la entrevista previa, me comenta que necesita limpieza y cree que puede tener una caries. Siempre le ha atendido el mismo odontólogo, pero como “se ha cambiado de población y no le resultaba fácil acudir a su clínica de confianza, se ha despistado un poco y ha dejado pasar más tiempo del recomendado”. Preocupado por su salud bucal, ha buscado referencias de alguna clínica dental en Colmenar Viejo y un amigo le ha recomendado la nuestra.
Realizo la revisión y me encuentro una boca perfecta, libre de placa bacteriana, ni una sola caries, encías con un color saludable, dientes alineados y una oclusión estable. Hace 15 años terminó un tratamiento de ortodoncia y desde entonces ha seguido minuciosamente los consejos de “su dentista” en cuanto a higiene dental, dieta equilibrad, limpiezas periódicas y revisiones una vez al año como mínimo.
No hay nada que hacerle, ni tan siquiera limpieza bucal. Le felicito por la higiene tan escrupulosa que tiene, ha adquirido buena destreza con la técnica que le enseñaron en su día, pasa el hilo dental todos los días y lo hace muy bien.
Me encanta este tipo de pacientes, me parecen perfectos. No me refiero a que son “perfectos” por no tener que hacerles nada, evidentemente no es bueno para mí, si no a que son pacientes que valoran su salud y, además valoran el trabajo de un profesional de confianza. Realizan el tratamiento que les recomienda su odontólogo (en el caso de este paciente, el tratamiento de ortodoncia en su momento), tienen interés en conseguir una técnica de higiene que les funcione, siguen todas las indicaciones que se les sugiere y acuden a revisiones periódicas.
Tengo por costumbre, forma parte de mi filosofía de trabajo, insistir en la importancia de la prevención: enseño técnicas de higiene, a pasar el hilo dental y recomiendo el dentífrico y colutorio que pueda necesitar cada paciente. Estudio cada caso de forma individual, aconsejo el tratamiento necesario y las estrategias más adecuadas para conseguir equilibrio y obtener salud. Todo esto lo hago por satisfacción personal y ética profesional, es el único beneficio que me proporciona, y me siento frustrada cuando percibo que algún paciente no da ningún valor al esfuerzo que supone por mi parte, tanto en tiempo empleado como en preparación necesaria.
Pensándolo mejor….. no creo que sea bueno tanta higiene y cuidados. Como todos vengan en las condiciones que ha venido el paciente de esta mañana, tendré que cerrar la clínica y cambiar de negocio. A partir de ahora no voy a enseñar técnicas de higiene, ni tan siquiera voy a recomendar cepillarse y mucho menos pasar el hilo dental,… tengo que comer y vivir de mi trabajo. Esto, en realidad, no lo digo en serio, no me lo permitiría mi conciencia.